Fundamentos
¿Qué define los límites entre lo moderno y lo posmoderno? ¿Cuál es la relevancia de esa división? ¿Cómo y por qué esa distinción generó una controversia tan profunda en el mundo occidental? La discusión y el enfrentamiento entre lo moderno y lo posmoderno fue una antinomia y un debate clave en la teoría social y en la filosofía política que se encendió en la década de 1980 y sus ecos persistieron hasta mediados del último decenio del siglo XX.
Actualmente y en retrospectiva, la controversia podría concebirse como el síntoma de las profundas transformaciones que la propia modernidad estaba experimentando. Quizá, también, expresaba la ansiedad de una época en trance y la necesidad de hallar un nombre para ese momento indefinido e inestable del devenir. Con las décadas siguientes, los nombres para denominar esa misma fragilidad e incertidumbre de lo moderno proliferaron y esa ansiedad fue encapsulada primero por la globalización y más recientemente por el neoliberalismo. Sin embargo, tanto la globalización como el neoliberalismo ponderan la relación diferencia-repetición de un modo muy distinto a la posmodernidad, ya que se trata de procesos de homogeneización que amenazan con extender una suerte de capa de pensamiento único y aniquilación de las diferencias. En ese marco, con el desplazamiento del nombre la intensidad del debate ha declinado: si alguna vez hubo defensores de la posmodernidad (como Lyotard o Vattimo), los globalizadores y los neoliberalizadores lentamente han abandonado el campo académico para refugiarse en el universo más práctico de los think tanks, pleno de efectos duraderos a través de su alianza y dependencia de las corporaciones, las empresas y el mercado.
Habitualmente, el término modernidad tiene acepciones filosóficas y sociológicas vinculadas con la autopoiesis. El sujeto moderno considera que se construye a sí mismo y las instituciones, relaciones y reglas sociales se definen contractual y consensualmente. En definitiva, los modernos son los hacedores de sus mundos y si no están conformes con los resultados -ya que como lo indicó Habermas la modernidad es un proyecto inconcluso- están convencidos de sus capacidades para rehacerlos nuevamente a partir de acuerdos en principio abiertos. Anticipada por el humanismo renacentista e impulsada por los principales pensadores de la Ilustración, la modernidad se materializa en el siglo de las revoluciones (la industrial inglesa, las políticas francesas y americanas), un siglo que se inicia en la segunda mitad del XVIII y se extiende al menos hasta 1848. Rápidamente puede argumentarse que la modernidad atiende mayormente a las cuestiones vinculadas a la filosofía política, la modernización a las transformaciones económicas y sociales provocadas por la industrialización y la urbanización y el modernismo a las expresiones culturales y artísticas de esa etapa histórica.
El posmodernismo fue vinculado habitualmente con una reacción frente al arte y la cultura del alto modernismo. También se lo enlazó a un rechazo del modo de vida estandarizado que preparó el fordismo durante la entreguerras y que fue difundido a escala mundial por los proyectos de modernización tras la Segunda Guerra y en el marco de la Guerra Fría. Alrededor de 1968, comenzó a comprobarse la definitiva debacle de la vieja idea de progreso, herida de muerte durante la Gran Guerra, aniquilada en los campos de exterminio del nazismo y revivida como un zombi por los Estados de Bienestar y el crecimiento económico inducido por la Guerra Fría y los acuerdos multilaterales para la reconstrucción de Europa y el desarrollo en el Tercer Mundo. La postmodernidad también coincide con un sentido occidental de aquello que “viene después”; hay una diversidad de sustantivos “post”, entre ellos: el postindustrialismo, el postindustrialismo, el postsocialismo, el postnacionalismo, el postestructuralismo, el postcolonialismo. En el centro del problema de la posmodernidad y del advenimiento de esos “post” está el declive o el agotamiento de Occidente. En los esquemas históricos de concepción del tiempo si no se progresa, es porque se ha ingresado en un proceso de declive o decadencia (Toynbee) y/o en el loop del eterno retorno (Nietzsche).
Para cartografiar mejor la controversia modernidad y posmodernidad y sus derivaciones hacia la globalización y el neoliberalismo, conviene revisar algunas de las perspectivas de sus interlocutores más relevantes: Jürgen Habermas, Jean-François Lyotard, Zygmunt Bauman, Marshall Berman, Carl Schorske, Frederic Jameson, David Harvey, Michel Foucault, Judith Butler, Andreas Huyssen, Maurizzio Lazzarato, Byung Chul Han, Nikolas Rose, Paul Beatriz Preciado, Bruno Latour, por citar algunas de las referencias insoslayables. Asimismo, resulta importante poner en relación algunos tópicos que atraviesan el pensamiento moderno y posmoderno: la crítica, la razón, el sujeto, el espacio, el tiempo, la identidad. Este programa se propone articular esas preocupaciones.
Docente
Diego
Roldán
Es Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario y se desempeña como Investigador Independiente del CONICET. Es director del Centro de Estudios Culturales Urbanos de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Ejerce la docencia como Profesor Titular en la cátedra de Espacio y Sociedad de las carreras de Historia y Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Ha dictado cursos de posgrado en universidades nacionales y extranjeras. Ha dirigido e integrado varios proyectos de investigación. Actualmente, desarrolla una investigación acerca de los procesos de reconversión urbana y cultural del frente fluvial de la ciudad de Rosario. Sus estudios ensayan construir una perspectiva transdisciplinar para abordar ciertas problemáticas urbanas, en especial, se han concentrado en la producción-apropiación del espacio público, los procesos de recualificación-reconfiguración urbana, la construcción de dinámicas complejas de la segregación espacial y las movilidades y corporalidades como vectores de construcción material y simbólica del espacio público.
Tutora
Mag. Anahí Pagnone
Magíster en Estudios Culturales por la Maestría en Estudios Culturales del CEI-UNR; Licenciada y Profesora en Historia por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Profesora Jefa de Trabajos Prácticos de Espacio y Sociedad para las carreras de Antropología e Historia de la UNR. Becaria doctoral del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH- CONICET), UNR.